1.- TURQUÍA
8 de diciembre
El día martes 6 de diciembre del 2011, debimos haber salido a las 5.40 pm rumbo a El Salvador vía Iberia, con una hora de retraso el capitán nos informó que le estaban arreglando los frenos al avión. Como cosa curiosa, en El Salvador nos pidieron que bajáramos todos los pasajeros, luego de un momento prudencial volvimos a nuestros asientos y despegamos rumbo a Madrid. Llegamos el 7 de diciembre, día que en Guatemala se celebra la tradición de la quema del diablo. Mientras esperamos 3 horas en el aeropuerto de Barajas, nos tomamos un café , leímos y compramos unos libros para el viaje. El avión de salió de Madrid a las 6.30 pm y llegamos a Estambul a las 11.10 de la noche, 21 horas después de haber despegado de Guatemala.
A la media noche nos estábamos hospedando en el Eresin Hotels, dormimos muy poco y mal, y el día 9 desayunamos y a las 8.30 am empezó nuestro primer tour, que comprendía una visita a la ciudad antigua (nos hospedamos en la parte moderna). Visitamos el hipódromo de la épóca bizantina. La guía nos explicó que uno de los obeliscos los romanos habían escrito que se construyó en 32 días y en el lado opuesto, existe la misma leyenda en idioma griego sólo que dice que se construyó en 33 días.
¿Quién tendrá la razón? Y luego la majestuosa y elegante mezquita azul, conocida así por sus decoraciones interiores, pero nos explicó la guía que en Estambul se la conoce por otro nombre, que éste es el nombre turístico; la religión musulmana tiene 5 preceptos: rezar 5 veces al día (al amanecer, cuando el sol duplica el tamaño de su propia sombra, cuando se va el sol y en la noche), leer el Corán, ir a la mezquita, ir a la Meca por lo menos una vez en la vida, la caridad y creen en Alá como su dios y Mahoma como su profeta; luego nos dirigimos a Santa Sofía, del siglo VI, una iglesia construida por cristianos y que eventualmente se volvió de la religión musulmana. Actualmente es un museo. La historia nos cuenta que la iglesia se construyó con 10,000 obreros en un período de 5 años y que contrataron a un arquitecto matemático para poder hacer la gran cúpula que tiene 55 metros de altura. La Iglesia Santa Sofía tiene 6 minaretes. La Meca puso 7 para ganarle a ésta.
Nos dirigimos al Palacio Topkapi, la residencia de los sultanes del imperio otomano, famoso por su excelente colección de joyas y porcelanas, (existe una película ya bastante vieja sobre el robo de la famosa daga de Topkapi) almorzamos en uno de sus restaurantes típicos, visitamos los salones abiertos al turismo: el de las joyas, los ropajes, los retratos en pintura, las armas, la biblioteca y nos contó la guía que su tamaño es el doble del vaticano, o sea que tiene 700,000 metros.
Como cosa curiosa, la guía nos contó que a la hora de restaurar la cúpula mayor del palacio, no se logró la circunferencia perfecta, lo que hace que una parte de ella el diámetro sea de 32 y en otra de 33… exactamente como el obelisco del hipódromo bizantino. Caminamos por estrechas calles, y llegamos al Gran Bazar como última parada del tour. Nos dieron de tiempo entre una y una hora y media para poder hacer compras, sin embargo, creímos que nos podría llevar más tiempo, por lo que la guía se retiró y nos explicó cómo hacer para tomar un taxi. Luego de comprar unos anteojos oscuros, ya que perdí los que traía de Guatemala en la Mezquita azul cuando me quitó los zapatos para entrar solo en calcetines y los meti en una bolsa plástica. Nos dimos cuenta de que no íbamos a comprar nada, estábamos con un cansancio supremo debido a los horarios del día anterior y la falta de sueño, por lo que nos decidimos volver al hotel. La guía nos explicó que en ese tour que hicimos caminamos 5 kms. Nos venimos al hotel, cenamos en él y nos acostamos temprano.
Hoy el tour empezaba a las 8.20 a.m., el día de ayer nos acompañó un profesor de historia del arte brasileño, además de la guía y su chofer, hoy nos acompañó de nuevo el profesor, el chofer, nos cambiaron guía y se nos unió una pareja de brasileños jóvenes y guapos. El primer lugar a visitar fue el mercado de las especies antiguamente llamado el mercado de Egipto, por ser este país el que proveía a Turquía de todas sus especies. El día de ayer ya nos había pasado un incidente sumamente desagradable con un taxista ladrón y las cosas no terminaron ahí… en otra tienda, me enamoré de un par de aretes los cuales por cuestión de tiempo no pude llevar conmigo.
Al terminar el paseo por el mercado de las especies, decidimos entrar a la mezquita nueva, que según la guía se llama así, pero que de nueva no tiene nada. Mientras Guillermo esperaba en las gradas, me percaté de que dos señoras, cada quien en su puesto, servían comida para las palomas en un platito lleno de semillas y luego se lo daban a los turistas para que hicieran lo mismo y se amontonaran las palomas frente a la comida, Yo parecía una niña tirando comida muerta de la risa. Le decía “no Money”, la señora decía no con la cabeza, pero le daba otro plato y le indicaba con gestos de las manos y palabras turcas, que lo volviera a hacer. No podía creer que eso era gratis, por lo que le repetía “no Money” y la señora volvía a hacer los mismos gestos una y otra vez. Después de haberle dado como 8 platos de semillas, cuando me di la media vuelta y le di las gracias, la señora en idioma turco protestó, con gestos le enseñaba como 8 a 10 platos vacíos. Ahí comprendí mi “metida de pata” (haber confiado en ella), llamé a Guillermo, él le dio una moneda y la vieja furiosa se levantó de la silla, y con gestos y gritos le enseñaba a Guillermo sus diez platos vacíos. Mientras yo con una sonrisa y gran felicidad seguí tomándole fotos a las palomas, Guillermo tuvo que darle 5 liras turcas por las semillas. ¡Otro gran engaño! Lo peor fue que la señora exigente quería dólares y le pareció insuficiente la paga.
Entramos a la mezquita, no nos dieron bolsas plásticas para guardar los zapatos y llevarlos con nosotros como hicieron en la mezquita azul, pero sí tuvimos que quitárnoslos y dejarlos a la entrada. Según la guía, esta mezquita era más bonita que la mezquita azul. Aunque es cierto que los mosaicos se ven mucho más de cerca, la otra es realmente impresionante. Al salir fuimos a dar una vuelta por la venta de quesos que está detrás del mercado de especies.
Seguidamente nos trasladamos al Palacio Beylerbeyi, situado en la parte asiática, por lo que tuvimos que pasar por el puente que une ambos lados, el oriental y el europeo. Es obvia la diferencia entre ambas ciudades, ya que en la asiática se ven muchas casas con grandes jardines, cuyo costo es muy alto por su ubicación.que según la guía, era el palacio de descanso del sultán Abdulaziz, entre 1863 y 1865; en el camino nos contó que Turquía siempre fue un pueblo guerrero, a tal extremo que llegó a tener 30,000,000 de Kms. cuadrados, gracias a la conquista de diversos pueblos en Africa, Asia y Europa. Dichas conquistas fueron gracias a los Otomanos, donde su primer jefe fue Otomán, el poder se trasladaba de padres a hijos. Dato curioso fue el concepto del harém. La palabra harém significa “seguro” y privado, por lo que el harém se componía por las esclavas extranjeras, producto de las guerras conquistadas, también lo componían las mujeres de la familia y todas aquellas que el sultán no compartía con nadie más.
Lo terrible del asunto es que si el sultán tenía varios hijos varones, a los 6 años los mandaba a vivir con todos sus servicios, a diferentes provincias. El motivo era resguardar la vida del sultán ya que la tradición era que cuando el sultán moría, el primogénito asumía el poder, pero como todos querían el poder, entre hermanos era factible matarse o las mismas madres de los pequeños hacían intrigas para lograr matar a los hijos de otras concubinas; el primogénito al llegar al poder debía matar a sus hermanos para asegurarse el trono como lo hicieron su papá, su abuelo y todos sus antepasados, por lo que en la familia siempre habían mujeres: hermanas, tías, madre, primas, etc, pero nunca hombres.
Lo increíble era que el sultán no elegía a sus concubinas sino lo hacía su madre, pero de antemano, el sultán había matado a sus padres en la guerra y éstas llegaban a él por derecho de conquista. De manera, que jamás tuvo suegros ni parientes políticos a quien hacerle favores y eso era muy ventajoso políticamente. Como es de suponerse, los hijos del sultán siempre eran hijos de una extranjera y cuando las madres pedían favores para sus diversos pueblos, el sultán tenía que elegir a quien favorecer entre varios pueblos, si la madre del sultán no estaba de acuerdo, ejercía su poder político comunicándose con diversos jerarcas de la región (ella tenía mucho poder).
Del siglo XII al XX se sucedieron de padres a hijos 36 sultanes otomanos. Luego vino la República, laica, a principios del siglo pasado. Eso le ha permitido a los turcos ejercer su religión musulmana, tipo “light” porque los musulmanes están obliglados a rezar 5 veces al día: antes del amanecer, al amanecer, a medio día, antes del atardecer, y en la noche. El viernes es el día religioso equivalente al domingo para los cristianos y deben de ir a rezar a la sinagoga. En Turquía no es obligatorio rezar en la mezquita, pero sí deben hacerlo en un lugar limpio. También aquí se permite tener prioridad por la lectura, el estudio y el trabajo, mientras que en países vecinos con gobiernos no laicos, no se les permite: ahí lo primero es dejar todo para rezar.
Hoy a las 11 am nos sorprendió (igual que ayer a otra hora) un canto que según la guía era el llamado al pueblo turco para el rezo del medio día. Es en micrófono y se escucha a muchos kms a la redonda, a veces otras mezquitas le hacen eco y se escuchan unas y otras voces a la vez.
Otro dato singular es la presencia de innumerables gatos de aspecto hermoso y bien cuidado vagando por las calles turcas, son gatos que no le pertenecen a nadie, pero que todo el mundo los cuida convirtiéndose en un patrimonio turístico turco.
La guía nos contó que en la I guerra mundial perdieron los turcos casi todo el territorio, quedando únicamente los 850,000 kms cuadrados que actualmente ostenta Turquía. Es el único país del mundo que su territorio comparte dos continentes: el 97% de la población es asiática y el 3% europea: están unidas por dos puentes intercontinentales sobre el golfo del Bósforo. La parte asiática es residencial, tienen poco trabajo, por lo que la gran mayoría de turcos se vienen a la parte europea para trabajar, sin embargo, el poder político está en Ankara, su capital. En Estambul está el centro turístico con toda su historia.
Saliendo del Palacio, nos dirigimos a orillas del Bósforo en la parte europea, a un restaurante de pescado. Los turcos acostumbran para el almuerzo servir entre 6 u 8 platos para compartir entre todos los comensales, compuestos de ensaladas, habas, mariscos, espinacas, tomates, etc. Luego le pasan a cada quien una especie de croqueta de papa y de pescado, por último llega el plato principal, que para nosotros los occidentales, ya es excesivo. Al terminar, nos dirigimos al paseo en barco, el cual lo íbamos a hacer en uno público por ser únicamente cinco turistas, pero la guía logró contactar con un colega que atendía a un numeroso grupo de turistas de habla hispana; cabe decir que el paseo fue hermoso, pero muy frío, tomé 271 fotos en la parte externa del barco y esa fue la razón por la que no entramos a cubierta. En medio del frío, degusté una de las bebidas favoritos turcas, el té de manzana servido en un curioso vacito de vidrio que me encantó. Al terminar el tour, regresamos al hotel y nos fuimos a conocer un paseo peatonal que está en la Plaza Taksim, aproximadamente a 500 mts. del hotel. Es singular que en esta época del año a las 5 pm ya se ocultó el sol, como ceno temprano, buscamos un lugar para comer y apareció ante mis ojos una de mis marcas preferidas en todo el mundo: Starbuck’s. Degustamos café y pasteles, que fue nuestra cena. Luego seguimos otro poco caminando. Regresamos al hotel como a las 6.30 pm, en este momento son las 10.30 pm, hora en que terminamos la bitácora del día que hemos hecho en conjunto.
Fue nuestro primer dia libre y el último en Turquía. Después del desayuno visité enfrente del hotel un salón de belleza donde me dejaron horrible. Al revisar la mochila para llevar las cosas que necesitamos para el viaje, me di cuenta de que había perdido los anteojos oscuros, dicho sea de paso, los anteojos que uso para ver tenía los lentes como un sube y baja, o sea, bien torcidos. Nuestra primera visita de la mañana fue a la peatonal y ahí compré anteojos oscuros y anteojos para leer. Lo increíble fue que en el transcurso del día encontré perdidos en el laberinto de la mochila mis anteriores anteojos oscuros. Ya con los ojos protegidos (padezco de fotofobia) nos encaminamos por una hermosa calle hacia el Palacio de Dormebace, que está a la orilla del Bósforo, hogar de los sultanes hasta su caída por el general Atatürk en 1923, a quien Turquía le debe su independencia. En principio tuvimos que hacer una larga cola donde lo único interesante fue el cambio de guardia y un gato lindísimo que estaba apostado en una de las columnas del Palacio. Luego de comprar los tíckets nos pidieron que dejáramos la mochila en un lócker, los tours se sucedían cada 30 minutos, traducidos al turco y al inglés. Visitamos por dentro la parte de las visitas oficiales, el salón del trono, una belleza comparable al Vaticano, el harém, los cuartos con cunas, el salón donde los niños aprendían con sus banquitos, el salón de música, los salones de té, el cuarto de la madre del sultán, de las princesas, de las empleadas, los baños turcos.
Tomamos un taxi y volvimos al mercado de las especies a comprar unos aretes que el día anterior se habían quedado esperando frustrados. Para mi consternación, los tenían apartados para mí. Como una costumbre turca, el té se toma en unos vasitos que me gustaron mucho (me gusta desde siempre el ritual del té) y compramos dos de ellas con unas cucharitas que en la punta llevan el ojito turco. Pregunté qué significa y me respondieron “el ojo que todo lo vé”.
La mezquita Nueva (situada a la par del mercado) por la tarde noche se veía esplendorosa debido a su iluminación. Regresamos al hotel y tuvimos la sensación de que nos volvieron a estafar. Cenamos en el hotel y Guillermo cayó redondo a la cama del cansancio. Yo le seguí casi de inmediato. En circunstancias normales, aquí se debiera dividir el día, pero la ansiedad nos comió a los dos, habíamos pedido a recepción que nos despertaran a las 4.45 am ya que al día siguiente a las 5 am pasarían por nosotros para llevarnos al aeropuerto, Guillermo se despertó a la una menos cuarto, pensando que eran las cinco menos cuarto. MR se dispuso a vestirse cuando viendo su reloj se percató de la hora. Así transcurrió la noche y la madrugada hasta que a las 4.30 am me vestí y seguidamente G. también. Nos tomamos en el dormitorio un café, bajamos y a las 5 en punto pasaron por nosotros para irnos a Atenas.
El guía fue muy amable, entró con nosotros a chequearnos, hasta dejarnos debidamente instalados. En la agencia de viaje nos habían dicho que necesitabámos visa para entrar a Turquía y a Grecia, cosa que afortunadamente en ninguno de los dos casos pasó.
ATENAS
Para nuestra sorpresa, el señor de la agencia de viajes estaba dentro del aeropuerto, no como suele suceder, que nos esperan afuera, hicimos cambio de moneda, por fin el euro nos va a servir en 3 países, nos alojamos en el hotel Imperial en la habitación 358, es una habitación cómoda, pero el aire acondicionado estaba programado para cierta temperatura y hacía calor. No se pudo resolver.
Una vez instalados caminamos en busca del mercado de pulgas, ya que nos había dicho el guía que por ser domingo iba a estar muy animado; buscando dicho lugar nos dimos cuenta de que las paredes de Atenas estaban manchadas de grafitti, las calles sucias, en pocas palabras, se entiende por qué Grecia está en crisis, cabe mencionar que no es que nosotros estemos en el paraíso. Buscando, preguntando en inglés y en griego nos dimos a entender por señas. Entramos al flea market que es una callecita angosta, llena de gente, con un terrible olor a sobaco. A codazos y empujones llegamos a una pequeña plaza donde se ubicaba el dichoso mercado de pulgas y mencioné que tal era el desorden, la suciedad y el alboroto, que ahora entendía porqué se llamaba “mercado de pulgas”. Vagamos un rato por las ventas y luego vimos La Acrópolis en lo alto y nos encaminamos en su dirección, pero sin tratar de subir hasta él por su lejanía. Recorrimos unas calles con cafés a la europea y al salir de éstas volvimos a la realidad. Tomamos un taxi de regreso al hotel (que no estaba demasiado lejos) y para variar, nos volvieron a estafar: ¡nos cobraron 20 euros!
Almorzamos frente al hotel, (como a las 4 pm) había un menú muy extenso y su dueño era un señor muy afable. Cansadísimos del desvelo de la noche anterior, volvimos al hotel y por primera vez en el viaje nos comunicamos con la familia vía internet, luego iniciamos la bitácora y a las 7 pm nos venció el sueño y nos quedamos dormidos.
12 de diciembre
El despertador sonó a las 6 am. A las 7 am pasó la guía por nosotros y nos dirigimos a tomar el crucero que nos llevaría a tres islas: Poros, Hhydra y Aegina. Regresamos a Atenas a las 7 pm.
POROS
AEGINA
13 de diciembre
Llegamos al hotel de la vecindad –Stanley- a las 7.50 am para tomar el tour que nos llevaría a la Acrópolis y a los puntos principales de la ciudad de Atenas. Para variar, llegaron minutos tarde, luego de recoger a todos los pasajeros del tour, nos dirigimos al Estadio reconstruido desde donde se transmitieron los juegos olímpicos transmitidos en Grecia, donde un tirador de arco encendió el pebetero con su flecha; las olimpíadas griegos terminaron de realizarse en el año 400 y pico después de Cristo y fue hasta el siglo pasado que el francés Barón Pierre de Cubertain en acuerdo con un griego se re inauguraron las olimpíadas modernas que hasta la fecha es uno de los programas deportivos más grandes del mundo; al templo de Zeus, que había sido construido con 36 columnas, de las cuales sólo quedan paradas 15 y una en el suelo por una tormenta y ahí ha quedado para la posteridad. El Emperador Adriano -romano- amante de la cultura griega, invitó a los griegos a terminar este Palacio que había inconcluso y construyó un portal para entrar al templo, que se llama La Puerta de Adriano.
Desde el bus nos mostraron la Universidad, – que solo se usa para actos de protocolo- biblioteca, el parlamento, la peatonal donde nos explicó la guía que estaban las casas comerciales más exclusivas, las calles principales de Atenas, los principales parques, etc.
Luego terminó la excursión en La Acrópolis, que quiere decir el punto más alto de la ciudad. La guía nos dio anterior a la entrada, una extensa explicación al respecto de su historia. Partenón quiere decir “casa de la virgen Atenea”. Atenea era su diosa; su historia dice que Zeus tenía un gran dolor de cabeza, de un martillazo, Poesidón le sacó el dolor de cabeza, ya que Atenea salió de ella. En el camino a la Acrópolis, abajo se divisaba el Teatro donde en verano se han presentado figuras como María Callas, Nureyev, el Ballet del Bolshoi, los tres grandes tenores, Anna Mossoursky, Yanni, etc. Una de las explicaciones más importantes fue cuando nos dijo que en la época en que los turcos habían conquistado Grecia, los ingleses compraron todas las reliquias, estatuas, que pertenecían al Partenón y ahora están en el Museo de Londres. El resto de las reliquias, los turcos se las llevaron a Constantinopla –hoy Estambul-, pero en un incendio se perdieron todas las esculturas del gran Fidias. Fue la primera actriz griega Mellina Mercury, nombrada ministra de cultura, quien inició un feroz reclamo sobre las pertenencias del Partenón al gobierno inglés, éstos adujeron que los griegos necesitaban un museo con alta tecnología para la preservación de las piezas, lo hicieron, y aún así, no las devolvieron. Actualmente, el gobierno griego sigue un pleito legal por la recuperación de las piezas. La Acrópolis era un centro eminentemente religioso dedicado a la diosa Atenea.
Entrar a la Acrópolis es como escuchar las sabias palabras de Sócrates, es como adivinar los pensamientos de Pitágoras, es como deleitarse con Esquilo, Sófocles y Eurípides, y divertirse con Aristófanes. Es como seguir las huellas de Aristóteles; en resumen, es como vivir la historia en el presente. Su magnificencia es impresionante y cada rincón de su roca nos cuenta la historia de la humanidad.
Al salir nos dirigimos al aerófago que es una enorme piedra donde los grandes pensadores tomaban resoluciones acerca de los crímenes cometidos o bien, un centro de meditación religiosa. El Ágora era una especie de mercado, no como lo concebimos hoy, sino donde los griegos además de hacer sus compras, filosofaban y tomaban grandes decisiones. Está totalmente en ruinas.
Muriéndonos del hambre, nos dirigimos al barrio de Pakas, donde sus callecitas llenas de restaurantes al aire libre con la visión de la Acrópolis enfrente, le da un aire de misterio y misticismo jamás visto en otra ciudad del mundo. Nos quedamos en el Bepanta, en una calle frente a un sitio arqueológico en reconstrucción. Como los gatos y los perros abundan por sus calles, fue divertido y un poco molesto, observar cuatro gatos con 8 ojos puestos en nuestra comida, tuvimos que cambiar de puesto. Como punto final, he de contar que la bitácora la estamos realizando en este café, y que los gatos se ausentaron en cuanto se llevaron nuestros platos vacíos.
Con el afán de ir caminando de regreso a nuestro hotel, nos topamos con una callecita paralela al Flea Market, que el día de nuestra llegada no logramos conocer. Para nuestra sorpresa, era una calle llena de comercios y cafecitos en la parte baja pasa el metro y en la parte baja se divisa imponente, La Acrópolis. Caminamos por más de dos kms. Por rincones hermosos llenos de arte y artesanía. Satisfechos por el paseo emprendimos los pasos de retorno al hotel, después de caminar más de 3 kms nos dimos por vencidos; sabíamos que estábamos cerca, pero estábamos levemente perdidos “preguntando se llega a Atenas”. Frente al hotel hay un restaurante donde ya habíamos comido, ahí cenamos y nos encerramos en el hotel, agotados.
14 de diciembre
A las 11 am los señores de la agencia pasaron por nosotros para llevarnos al aeropuerto, aunque nuestro boleto decía que salíamos por una puerta a determinada hora, afortunadamente me di cuenta pocos minutos antes, de que salíamos por otra puerta y más tarde. Corrimos, sudamos, y volvimos a correr. Tomamos el vuelo sin ningún contratiempo más y después de 30 minutos estábamos aterrizando en la isla de Mikonos en Grecia. La salida fue muy rápida, habíamos llevado una maletita muy pequeña y como el turismo en esta época del año es baja, el aeropuerto estaba vacío.
Llegó por nosotros un hombre que no hablaba ni gota de español, un poquito de inglés. Nos llevó a nuestro hotel y en un inglés medio por señas nos hizo saber que pasaría por nosotros “pasado mañana entre 9 y 10”, lo expresó de la siguiente manera “tomorrow, other tomorrow, nine or ten”. Al llegar al hotel, nos recibió una señora muy amable, nos asignó nuestras habitaciones y nos preparó una bebida a base de banano, cereza y unas gotas de alcohol, como bienvenida. Quedamos sorprendidos de la gracia del hotel y de la hermosa vista que tenemos desde nuestra habitación. Rápidamente salimos a dar un paseo por la isla, yo le tomaba fotos a todo lo que se movía y a lo que no se movía, y después de haber dado un breve paseo por toda la costa frontal del poblado, nos encaminamos al restaurante Alegro, y degustamos un plato griego llamado Phabas, que era como un puré de habas lleno de cebollas crudas encima. Yo estaba muerta del hambre, pedí un postre de mouse de chocolate con helado de vainilla y G. pidió un pastel de manzana. A G. no le agradó su postre ¡y yo me lo acabé! Cuando llevaron la cuenta, la señorita al ver nuestros platos vacíos dijo “Woooww” como diciendo “cuanto comieron” ¡y fui sólo yo! Muertos del frío, llegamos al hotel y entre broma y broma me divertí pensando que G. había pensado que el calor nos iba a matar y que teníamos que comprar unas T-shirts no más llegar! Y ambos nos imaginamos el ridículo que hubiéramos hecho de llegar en shorts.
Por ser temporada baja, sorprendentemente, las calles estaban vacías, los restaurantes con muy poca gente, el poblado parecía metido en un misterioso silencio, puertas y ventanas cerradas y cuando preguntamos donde estaba la gente, nos respondieron que por ser temporada baja, estaban en sus casas con sus familias. El único sonido que se escuchaba era el canto del mar…
Al llegar al hotel cumplimos con el ritual de todas las noches: descargamos y vimos las fotos en la lap top y actualizamos la bitácora. Ahora nos disponemos a leer, o a dormir.
15 de diciembre
El día anterior habíamos decidido rentar un carro y dar un paseo por la isla, pero al despertar G. me propuso que que tomáramos un día de descanso a lo cual acepté gustosa. Después del desayuno tomé mi cámara en ristre, tomé la calle principal para no perderme, tomé un enorme barco como punto de referencia para el regreso al hotel y caminé varios kms viendo desde arriba el pueblito de Mykonos a través de mi lente. Mientras, G. se devanía los sesos tratando de entender a Einstein; a mi regreso nos pusimos frente a la piscina y pasamos la mañana leyendo tranquilamente con un paisaje maravilloso ante nuestra vista.
Cuando nos agarró el hambre nos dirigimos al mismo restaurante donde almorzamos el día anterior, nos lo habían recomendado en el hotel y ciertamente, era delicioso. Es importante anotar que en Grecia las 5 pm oscurece en esta época del año, eso nos obligó a internarnos en la habitación a cumplir con el ritual, a leer y conversar.
16 de diciembre
Pasaron por nosotros a las 9.45 am para llevarnos al aeropuerto. Comenzó a llover ligeramente y el día amaneció nublado, el agua del océano estaba agitada. El vuelo fue bueno, aunque tardamos más en la espera que en llegar a nuestro destino que era Atenas. Esta estaba muy soleada; hicimos los trámites de rigor y cuando llegamos a nuestro gate, resultó que el vuelo lo tenían cancelado, dijeron que nos iban a avisar la hora en que nos darían la hora de salida; aprovechamos a almorzar, regresamos y nos dijeron que el vuelo se cancelaba porque en Santorini había mal tiempo. A todos los del vuelo nos llevaron a un hotel en un bus rentado por la compañía de aviación Olimpia, con derecho a cuarto y comidas. El hotel resultó ser bonito, en las afueras de Atenas, con una bahía frente a él, no más llegar nos pasaron al comedor; almorzamos a las 5 pm sin hambre, y ahora que son las 7 y 20 esperamos las 8 pm hora en que nos pasarán la cena. A las 8 me dio hambre, pero ya estaba empijamada, G bajó al comedor a traerme unos postres, pero no lo dejaron sacar ninguna pieza de la vajilla así que literalmente se hurtó unos pastelitos, una cucharita (que por supuesto devolvimos) los escondió en su chumpa y se los llevó.
17 de diciembre
Por fin el tiempo estuvo a nuestro favor y logramos conocer Santorini a eso del medio día; nos quedamos en el hotel Theoxenia (Christos Mendrinos nos atendió muy bien); la habitación tenía una vista privilegiada. Lo primero que hicimos fue buscar restaurante para almorzar, por ser época baja casi todos los comercios estaban cerrados, es un paseo que tiene su mayor actividad en verano, almorzamos en el restaurante El Greco. Como aún no habíamos conocido nada, nos dirigimos a las gradas que son 586 que nos llevan al puerto a través de una quebrada. Para subir y bajar, también hay monorriel, el cual abren y cierran a cierta hora. G bajó rápidamente y yo me distraje tomando fotos. Abajo, parecía todo muerto, el único ser viviente que encontramos fue un gato y un viejito fumando que parecía ser el cuidador. Cuando decidimos volver, nos encaminamos al monorriel y el señor encargado nos informó que acababan de cerrar (4pm). Subir las 586 gradas fue terrible, pero yo me solacé tomando cantidades de fotos que por el paisaje era casi como compulsivo. Tardamos como 45 minutos en subir, llegamos totalmente cansados, llenos de sudor y nos fuimos directo al dormitorio a descansar, pero lo que sí podemos decir es que estuvimos en el corazón de Santorini.
Al día siguiente, nos tomamos el día con calma, nos llevaron el desayuno al dormitorio a las 9.30 am, luego volvimos a salir a tomar un café, seguir con la fotografía. Yo me fuí por unas callecitas llenas de gradas que subían y bajaban, mientras G se sentó en una banca admirando la majestuosa vista. El pueblo estaba muerto, uno se preguntaba dónde estaba la gente, parecía un lugar donde los habitantes se habían marchado y solo dejaran lo que fue una civilización pasada. Aún sobraba tiempo, así que buscamos un café y ahí platicamos un buen rato mientras nos dio la hora de la partida.
Tomamos otra vez el vuelo rumbo a Atenas; llegamos como a las 5 pm, nos encaminamos a la cabaña frente al hotel donde ya habíamos comido dos veces, y probamos por tercera vez, comida griega.
A las 7 pm nos acostamos dispuestos a dormir, ya que pasarían por nosotros a las 3 am para llevarnos al aeropuerto rumbo a Lisboa.
18 de diciembre
Llegaron por nosotros a las 3 am en punto para llevarnos al aeropuerto de Atenas que nos conduciría a Lisboa; logramos tomar un café antes de tomar el vuelo y arribamos a las 8 am a Portugal (el horario bajó dos horas).
Nos recibió una señora portuguesa informándonos que teníamos habitación hasta el medio día, pensábamos en el camino dejar las maletas en recepción y perder el tiempo vagando en las calles aledañas al hotel, pero al llegar, la feliz noticia es que sí había habitación disponible, nos acomodamos, después de tantos días, se hacía necesario mandar a lavar un poco de ropa, G. propuso salir a las 2 pm y descansar un par de horas, mientras él lo hacía, yo leí, leí y seguí leyendo.
G. perdió sus anteojos en el vuelo Atenas Lisboa, como primer objetivo fue buscar una óptica, a la primera que encontramos, entramos, nos hicieron a ambos un examen de la vista, escogimos los aros y mandamos a hacer unos especiales con graduación para ambos.
Seguimos caminando y nos encontramos con la Plaza del Marqués de Pombal. Ahí tomamos un Sightseeing (bus especial que por cierto monto lo llevan a uno a dar un circuito por la ciudad y el tícket es para 48 horas); nos bajamos en la Plaza de Comercio que da frente al río Tajo y nos quedamos sorprendidos de la belleza del lugar. Tomamos sendos cafés en una calle peatonal, cenamos temprano y regresamos un largo trecho a pie, hasta el hotel. Cuando llegamos, nos encontramos con la grata sorpresa de que los lentes de G. ya estaban en su habitación, que la ropa ya estaba limpia y para suprema felicidad mía, con los anteojos venía un regalo que eran una bolsa de chocolates del chef (así lo expresó el vendedor).
A las 8 a.m pasaron por nosotros para emprender el city tour, nos llevó una hora pasar por todos los pasajeros que nos acompañaban en este paseo, a las 9 am nos encaminamos a la primera parada la cual fue en (ver mapa, la del avión y la de la fortaleza que resguardaba la ciudad.
La segunda parada fue en el monumento a los descubridores de la India (Río de Janeiro, Brazil) siendo Vasco da Gama, su descubridor.
Luego fuimos al Convento de los Jerónimos, convertido en iglesia y museo al mismo tiempo.
La cuarta parada fue en el museo de las carrozas imperiales. La guía nos narró que ese es el museo con más carrozas en el mundo, ahí está la más antigua y las más lujosas, pero entre ellas hay variedad de lujo, tamaño, y ornamentos. También había literas para llevar a los nobles a carga. El último paseo fue en el barrio más antiguo de la ciudad: Alfama. Nos sorprendió lo vetusto de los edificios, los pasillos estrechos, y la pobreza visible. Sin embargo, fue interesante y tenía su encanto. Nos llevaron ahí mismo a un comercio con el pretexto de hacer una degustación del mejor vino de Portugal, pero la trampa estaba seguramente planeada: todos los turistas a excepción de nosotros se dedicaron a comprar souvenirs. Yo me dediqué a tomar fotos de las manufacturas portuguesas.
De camino al punto de inicio, fuimos los únicos en quedarnos en la Plaza donde está el Teatro Nacional de Portugal: María II, donde actualmente se está presentando “¿Quién le teme a Virginia Woolf?” (para nuestra desdicha, en portugués). En el trayecto nos encontramos con diversidad de teatros, se nota que Lisboa es una ciudad que disfruta del arte de las tablas. Almorzamos en la Plaza del hombrecito con las palomas. Recorrimos de nuevo sus calles, sus cafés, su atardecer y finalmente tomamos de nuevo el Sightseeing que nos llevaría a conocer rincones escondidos llenos de belleza y misterio que de no ser por dicho paseo, no hubiésemos conocido. De regreso al hotel, pasamos a la óptica a recoger mis anteojos. Al llegar, lo primero que hicimos fue solicitar internet para el cuarto y la señorita del escritorio nos dio un cable para poder conectarnos en él. Antes de terminar esta bitácora del día, planificamos de nuevo tomar mañana el sightseeing, pero con otra ruta.

21 de diciembre
Despertamos a las 8 am dispuestos a ir a desayunar y salir temprano a tomar el sightseeing color azul. Es de explicar que la compañía de buses tiene 2 colores de acuerdo a su recorrido, un día antes con otra compañía, hicimos el recorrido gris, pequeño, que sólo abarca el centro de la ciudad. Para hoy, escogimos el azul. Después de desayunar me dolió la garganta, antes de iniciar el paseo fuimos a la farmacia.
Tomamos el bus en la Plaza del Marqués de Pombal, nos dieron unos audífonos donde íbamos oyendo la explicación del recorrido, el segundo punto a visitar fue el jardín del Príncipe Real, el Barrio Alto, el Chiado, el Cais do Sodré, la Plaza de Comercio, seguido del Campo de Cebolhas, La Catedral, Santa Apolonia (estación); Museo de Agua, el Museo del Azulejo, el Pozo del Obispo y nos bajamos en el Oceanógrafo de Lisboa. Almorzamos en una cafetería y visitamos el oceanógrafo donde me di gusto disparando la cámara .
Montamos un funicular que nos llevaría a la Torre Vasco da Gama, que es una construcción que en la punta tiene un lugar para ver la vista; debíamos tomar el bus de regreso en Gare Do Oriente, nos perdimos, pero por fin logramos tomarlo después de una buena perdida. Pasamos por el Aeropuerto de Portella, Entrecampos, Jardín Zoológico, Siete Ríos, Avenida José Malhoa, nos bajamos en El Corte Inglés y después de buscar unos discos portugueses, tomamos un taxi y volvimos al hotel. Me acosté muy cansada y con aguijones en la garganta.
22 de diciembre
Cuando desperté la cabeza me daba martillazos; creí que no sería capaz de levantarme, fuimos a desayunar y le pedí a Guillermo un tiempecito para dormir, antes de salir. Cuando desperté, le pedí que no saliéramos: mi malestar se había agudizado. Fuimos a escribir a los hijos y ya por medio día, sentí que podía salir, así que tomamos sendos abrigos y nos dirigimos al punto que teníamos inconcluso: terminar el paseo en la línea de bus azul, pero como sabíamos que era nuestro último día, quisimos quedarnos en la Plaza de Comercio. Nos fuimos a una plaza que queda muy cerca del Teatro Nacional, y en la Cafetería Suiza, adentro, resguardada del tiempo, almorzamos. Después de almuerzo tomamos camino hacia el elevador de San Justo. Subimos hasta el último piso y tomamos unas fotos lindas de Lisboa para despedirnos de ella. Tristemente, la ciudad tenía mucha bruma y no se veía el río Tajo.
Bajamos y vimos varias estatuas humanas, una de ellas impresionante: era un hombre vestido de dorado viejo, apoyado sobre un bastón y elevado del piso unos 40 cms. Ha ganado récord Guinnes y nadie se explica cómo lo hace. Visité algunas tiendas que estaban en la orilla de la peatonal, tomamos el bus de vuelta para encerrarnos temprano, debido a mi gripe. Al regreso, me sentía muchísimo mejor, ya que el catarro había reventado.
23 de diciembre
A las 5.30 pasaron por nosotros para llevarnos al aeropuerto. A las 9 am abordamos un pequeñísimo avión de 10 personas, más parecía un vuelo local que internacional.
Llegamos a Sevilla con una hora más en el horario internacional, de manera que “nos robaron” una hora. Una vez alojados e informados, almorzamos en una pequeña taberna detrás del hotel, caminamos la muralla antigua hacia adentro. Yo estaba muy asombrada creyendo que era el casco antiguo de Sevilla y me preguntaba qué le veía la gente de bonito al lugar. Caminamos entre estrechas calles, habían comedores, restaurantes, lugares de tapas, placitas, pero todo en un marco de humildad y carente de algún atractivo turístico. Cuando G. me aclaró que este no era el centro histórico sentí un alivio muy grande, respiré y le pedí que nos fuéramos a conocer el tan ansiado lugar.
Pedimos un taxi y llegamos a La Catedral. La vimos por fuera, tomamos fotos; este día (no sé por qué) no permitían la entrada; sólo logré por un costado tomarle foto a un enorme nacimiento que tenían expuesto al público. Caminamos un poco para buscar Starbuck’s (lo había visto desde el taxi), lo encontramos y ahí mismo almorzamos, entre mesas que daban a una plaza. Me encantó la costumbre de las carrozas con caballos para llevar a los turistas a conocer los alrededores; me conformé con tomarles fotos, no era nuestra prioridad.
Ahí mismo a la vecindad estaba El Alcázar de Sevilla. Entramos y al igual que en la muralla, al principio no me sorprendió más que su tamaño, sus enormes patios, corredores, pero mientras más nos adentrábamos, cosas más interesantes iban viéndose. Los mosaicos y azulejos impresionantes, las arquitectura y materiales de techos y paredes, sus enormes jardines; en fin, era tan vasto que uno se preguntaba cómo una familia podía albergar tanto y si no se perderían entre tantos laberintos y cuartos.
A la salida estaba muy próximo el Barrio de Santa Cruz. No estuve contenta hasta que no subimos una pequeña colina, fuimos pasando por plazas pequeñas, luego llegamos quizá a la principal porque era más grandecita, ahí nos sentamos un rato, pero lo extraño es que no había gente, probable por el día que era 23 de diciembre. Dimos unas vueltas por los alrededores y regresamos agotados al hotel.
24 de diciembre: CÓRDOBA, SEVILLA.
A las 8.15 am nos recogió al bus que nos llevaría a Córdoba. Un dato interesante es que cuando salimos a la calle, la ciudad lucía totalmente de noche, el frío era terrible y con el catarro me llené de ponchos: camisa de lana de manga larga, chaleco, abrigo, chal, bufanda y gorro.
Córdoba es una ciudad pequeña, iniciamos el tour guiado por El Alcázar, luego nos adentramos en la bellísima mezquita, espectacular testigo de la época Califal; ya cansados, dimos un recorrido breve por el barrio judío, entrando al Zoco, que es básicamente el mercado judío, pero por ser 24 lo estaban cerrando y no quedaba nada.
Llegamos a la Plaza de Naimónides, un gran filósofo, etc, omitiendo la visita a la recoleta sinagoga porque por el día festivo estaba cerrada.
Llegamos como 5.15 al hotel y nos cambiamos para asistir al baile Flamenco. Nos costó muchísimo encontrar un taxi el día 24, pero finalmente hubo uno que se compadeció de nosotros y nos llevó ya que el lugar era muy cercano a nuestro hotel.
El Flamenco fue en el Tablao, El Palacio Andaluz; habían tres opciones, cena, tapas y bebidas y elegimos la mejor: una bebida, sin cena, con una mesa frente al escenario. Los dos guitarristas eran de buen nivel, el cantador era mediano, y los bailaores el más experimentado era extradordinario y le seguía un joven con mucho futuro. Los otros dos, un hombre mayor y un joven eran mediocres. Las bailaoras eran seis, una mujer mayor con mucha técnica y que en su momento ha de haber sido grande; otra bailaora que al inicio apareció sentada al centro como la más importante, pero realmente tenía cara de travesti, la papada le bailaba de un lado a otro y no tenía una personalidad especial. La tercera era una mujer de mediana edad, con mucha fuerza en la mirada, con suficiente técnica para calificarla de la mejor; luego había una cuarta que pasaba desapercibida y dos jovencitas principiantes que están muy lejos de su profesión.
Salimos a las 9, regresamos caminando al hotel, pasamos a un supermercado, compré un libro sobre seis mujeres que hicieron historia y cuatro yogurts griegos. Llegamos al hotel, llamé a mis hijos para desearles feliz navidad, comimos en el dormitorio, platicamos, y jugamos solitario –en competencia- hasta la media noche.
25 de diciembre
G pidió que lo despertaran a las 7.15 am, hora en que llamó a su hijo Diego, ya que en Guatemala eran las 12.15 pm. Seguimos durmiento hasta las 10 am; se me agudizó la gripe por no cuidarme y los intensos fríos, pero mi sentido aventurero y las ganas de conocer me dictaron salir a conocer más profundamente Sevilla.
A medio día tomamos un taxi que nos llevó a La Torre de Oro, de donde salía el bus de Sightseeing (el que da vueltas por toda la ciudad y uno puede ir bajándose y subiendo en los puntos clave). Como primera parada, elegimos el Parque España.
Almorzamos en un lugar de tapas donde yo con mucha hambre y muy ilusionada me disponía a probar la diversidad de platillos españoles. ¡Oh desgracia! La comida era espantosa!
Nos volvimos a subir al bus y terminamos el recorrido. Pasamos por Barrio de Triana, cruzamos dos veces por el río Guadalquivir en diferentes puentes; regresamos al punto de partida y caminamos hacia La Catedral para complementar el mal almuerzo y comer algo en Starbucks. Por supuesto, me pasteleé, lo cual me ha hecho ganar de peso, pero ya me rebelaré ante este hecho en Guatemala.
Dispusimos llegar al hotel a pie y fue la mejor idea que pudimos tener; conocimos lugares nuevos, calles misteriosas, barrios preciosos, pero más por su antigüedad que otra cosa, placitas con restaurantes al aire libre (abundan mucho por estos lares). De repente nos topamos con una edificación moderna que contrastaba con todo lo antiguo, se llama La Plaza Mayor, está en un segundo nivel y resultó ser un lugar para diversión de niños.
Nos perdimos un poco, valió la pena, y Guillermo que es más orientado que yo (tengo que reconocerlo) hizo que saliéramos por la ciudad amurallada hacia el hotel. Por supuesto, mi gripe fue en aumento. Agotados y dispuestos a dormir, aún nos dimos tiempo para el ritual de todas las noches; descargar las fotos y cargar las baterías de las cámaras. ¡Que sueño tenía!
26 de diciembre: GRANADA
Sonó el despertador a las 6 am y pasaron por nosotros a las y 30. Nos habían ofrecido en el hotel una cajita con desayuno, pero como no les recordamos, se les olvidó y nos encontramos hambrientos y sin nada que comer. Enfrente de donde nos recoge el bus para estas excursiones hay un quiosco que desde muy temprano y con mucho éxito, venden churros y chocolate caliente. Pues ahí va más para mi engorde, lo compramos, nos encaminamos al bus con destino a Granada. A medio camino paramos en una Shell (haberlo sabido) para desayunar y tomar café. Media hora después, partimos de nuevo hacia Granada.
Nos dividieron en tres grupos por idiomas, nuestro grupo tenía 28 personas de diferentes partes del mundo. Nos repartieron audífonos para ir escuchando a la guía y en el parqueo iniciamos el paseo por la Alhambra.
Seguramente nuestra impresión hubiera sido diferente si no hubiéramos estado antes en Estambul, sobre todo en el Palacio Dormebache; los sultanes en Turquía vivieron su esplendor al máximo, no es que La Alhambra no sea bella, pero después de la experiencia de Estambul, nos pareció menor. El paseo duró aproximadamente tres horas, luego almorzamos en el centro de Granada, conocimos a pie la Catedral y la plaza aledaña, y nos pareció lindísimo.
Al regreso, casi tres horas, nos dormimos ; a en el bus, antes de dormir estamos cumpliendo con el rito.
27 de diciembre: JEREZ DE LA FRONTERA.
A las 8 y 15 am, muertos de frío frente a la basílica esperábamos el bus. Me seguía llorando la nariz, a las 8-30 me di cuenta de que el bus pasó hacia el hotel, salí corriendo y de no ser por mi impulso, quien sabe qué hubiera pasado con nuestro paseo. Nos encaminamos a Jerez de la Frontera, el chofer –Domingo-, una guía nerviosa y una pareja de japoneses. Nos llevaron a las bodegas del Tío Pepe, un paseo absolutamente comercial donde al final de ver botas de vino nos invitaron a una degustación de dos tipos de vino blanco: seco y dulce, con papas fritas y luego nos pasaron a la tienda donde exponen todos sus productos para la venta.
Un tanto decepcionados, salimos rumbo a la Real Escuela Andaluza de Caballos, el lugar era hermoso, dentro de uno de los edificios, había un teatro ovalado con el piso de arena. Durante hora y media vimos caballos solos, carrozas con caballos, jinetes demostrando destrezas en el baile de los caballos andaluces. Directamente nos llevaron hacia Cádiz, nos recibió la ciudad moderna hasta llegar a la ciudad amurallada donde se encuentra la ciudad más antigua de Europa. Bordeamos la ciudad a la orilla del Océano Atlántico –con el microbús-, luego nos dieron tiempo libre para almorzar y conocer, lo hicimos en una plaza donde pedimos un arroz con verduras que se tardó más de 45’ en llegar, realmente valió la pena la espera, pero no nos dejó tiempo para conocer. Salimos de prisa hacia La Catedral, tomé algunas fotos a la carrera, compramos el libro turístico de la ciudad y a las 4.15 pm con la respiración agitada, llegamos al microbús y emprendimos la marcha de nuevo a Sevilla.
Llegamos directo al escritorio con el fin de cerrar la cuenta y nuestra sorpresa fue grande y grata cuando la señorita nos dice que tenemos un día más en Sevilla. ¡Que rico!
28 de diciembre
A las 10-30 am salimos buscando un salón de belleza para lavarme el pelo y peinarme; salí muy satisfecha de cómo me peinaron y nos encaminamos a una farmacia a comprarle un medicamento a Manolo. Al entrar a la farmacia, no me di cuenta de que había una grada y me fui de bruces sobre lo que imaginé que era el carruaje de un bebé; afortunadamente era el carrito de compras de una señora mayor, eso evitó un golpe mayor, pero hay que decir que el golpe sí fue fuerte. La señora de la farmacia rápidamente me llevó una pomada para evitar la inflamación, compramos las medicinas y salimos con la mejor disposición de perdernos en las callejuelas sevillanas. Caminamos tanto, que salimos a orillas del Río Guadalquivir y nos sentamos a descansar en unos bancos, por primera vez en el viaje sentimos calor. Luego fuimos a almorzar frente a La Catedral de Sevilla y ahí nos dimos cuenta de que eran casi las 5 pm. Satisfechos y muertos de cansancio, tomamos un taxi de regreso al hotel, ahora sí cerramos la cuenta y llegamos a ordenar nuestros bártulos.
29 de diciembre
El día que llegamos a Sevilla el señor que nos recogió nos preguntó a qué hora deseábamos que pasaran por nosotros para llevarnos de vuelta al aeropuerto, por la exp. Que tuvimos en el anterior vuelo, pensamos que si pasaban por nosotros a las 6 am daría tiempo suficiente para que pasaron por nosotros… como en una pesadilla sonó el teléfono y el hombre encargado de recogernos nos dijo que estaba abajo esperándonos para llevarnos al aeropuerto, como decía el papel “a las 5.30 am”. Luego nos dijo que nos había llamado 15’ antes de las 5.30 am, eso quiere decir que nos robó media hora de sueño; llamamos a recepción para pedir que nos sacaran las maletas y como una pesadillas nos dijeron que a esa hora no había maletero, así que con las pestañas pegadas y las maletas más llenas de recuerdos, nos encaminamo somnolientos al carro que nos llevaría al aeropuerto… vamos a hacer una pausa para contar los dos parlamentos más repetidos durante todo el viaje; cada vez que visitamos un palacio musulmán, cristiano, griego o portugués, G siempre repetía “y sólo para uno”, haciendo referencia a que tanta riqueza sólo la disfrutaba un sultán, un rey, un otomano o cualquier otro conquistador. A esas horas de la madrugada, se hizo presente el texto más repetido por mí: “tengo hambre”; luego de registrarnos en la lí. nea aérea nos fuimos a desayunar; a las 8.45 salimos rumbo a Barcelona.
Nos alojamos en el Hotel Barceló Rabal, un hotel ultra de arquitectura contemporánea, tan moderno, que se sacrifica el confort por la línea. Ahora que estamos escribiendo la bitácora lo estamos haciendo a media luz y no precisamente por románticos, sino porque también aquí la luz es contemporánea, es decir, minimalista.
A medio día decidimos salir a almorzar, fuimos a La Rambla, luego a una tienda de souvenirs, luego encontramos otra farmacia donde encargamos cinco cajas del medicamento de Manolo, caminamos por la Plaza Real, hermosa, grande, y salimos hacia una calle inundada de bichos humanos; caminamos y la intuición nos llevó a la Catedral de Barcelona; vagamos por los rincones de Barcelona, metiéndonos en callejones muy estrechos, de paso en paso llegamos al Monumento de Cristóbal Colón, luego nos encontramos con Gran Teatre del Liceu, entramos y están dando Linda de Chamonoix de Donizetti. Queríamos hacer de todo: subir la torre de Cristóbal Colón ya que es un mirador, pero ya era algo tarde para la toma de fotos, pasamos también por el Museo de Cera y lo dejamos estar, luego un anuncio de Flamenco con canto… ¡que ciudad! Pero ya era hora de retornar por el cansancio, así que de vuelta al hotel, pero entre tanta gente, tanta vuelta y la oscuridad, nos perdimos. Pedimos un taxi y de regreso al hotel. Por cierto, el taxista resultó ser un docto en la historia de España, tuvimos una plática muy aleccionadora-
30 de diciembre
Fue el día que nos tocó hacer el tour de la ciudad. Se dividió en dos partes, mañana y tarde, con diferentes personas. La mañana fue destinada a conocer la parte gótica, La Catedral de Barcelona, misma que ya habíamos conocido por nuestra cuenta, pero que se hizo muchísimo más interesante con las explicaciones del guía. Pasamos por las mismas callecitas laberínticas, por la Plaza Real y por más lugares donde cada uno tenía su propia historia.
Dimos una vuelta por la parte deportiva y olímpica y paramos en el Mont Juic, donde la vista hacia Barcelona y la portuaria es de indescriptible belleza.
Existe un lugar estilo Disneyland, donde se hace una réplica de la arquitectura de las 17 provincias españolas. Es una pequeña ciudadela, con sus tiendas, restaurantes, etc, todo al estilo de la provincia que la representa. En un rico restaurante nos dieron a catar una cava (shampán) y nos unimos en una foto como recuerdo del pequeño grupo. Luego almorzamos aquí y sentí que por primera vez comía de verdad. Por las prisas, siempre andábamos comiendo pasteles, sándwiches, un par de veces paella, etc.
Por la tarde se nos unieron más personas. Escuché a Xavier el guía, sin proponérselo decirle al chofer del bus “se me va a romper el cerebro de hablar en tanto idioma” (italiano, inglés, español) , el pobre estaba con una buena gripe. Vimos por fuera la famoso casa Batlló, llamada así por el apellido del dueño que la mandó a construir, construída por Gaudí; también el edificio de apartamentos construido por él. En Barcelona se respira a Gaudí y es considerado con un genio arquitectónico, muy bien merecido.
Nos encaminamos al famoso Parque Güell, los nudos de gente hacía difícil tomar buenas fotografías, pero el placer de estar ahí inmerso en la cultura Gaudí fue para quitar el aliento. Su monumental obra y orgullo de los barceloneses es La Sagrada Familia.
Terminamos a las 7 pm el tour con la visita a La Catedral del Mar, misma que se hizo más famosa por el libro de Ildefonso Falcones. Conociendo su historia el interés que suscita es aún mayor y se le confiere distinción a aquellos hombres del pueblo que con un esfuerzo monumental y sin financiamiento construyeron esta obra.
31 de diciembre
Habiendo conocido ya bastante de Barcelona, decidimos quedarnos en las partes aledañas al hotel, sobre todo en su famosa Rambla que es uno de los lugares más visitados, no sólo la avenida de un km preciosa sino que cuenta también con restaurantitos que están puestos a la orilla de las aceras, comercios, pequeñas tiendas de souvenirs, etc.
Para celebrar el fin de año asistimos a una obra denominada “Ópera y Flamenco, historia de un amor”. Fue una fusión entre lírica y tradición española, donde en una España atemporal se cuenta la tempestuosa historia de amor entre los bailaores interpretada por sus propias almas, la soprano y el tenor. Sensuales coreografías se alternaron con las más famosas arias de ópera- Fue presentada en el Teatro Poliorama, a muy poca distancia de nuestro hotel.
Previo a la obra habíamos pasado al supermercado a comprar quesos, jamones, vino, uvas y pasar la última hora del 2011 a solas en el cuarto del hotel. Desgraciadamente, las expectativas no se cumplieron a carta cabal porque le pasé la gripe a Guillermo y por la noche su malestar se acentuó. Sin embargo, a las 12 en punto nos comimos las 12 uvas al ritmo que lo impone la costumbre: una cada 3 segundos. Terminé con una bola de uvas que no sabía cómo tragarlas sin evitar comerme las pepitas.
1 de enero de 2012
Faltaban 5 minutos para que desocuparon el desayuno y llegué a tiempo para ingerir algo de comer a las 11 am. Guillermo amaneció peor de la gripe. Estoy en la cama (12.40) haciendo la bitácora mientras escucho en la TV un bellísimo recital de música clásica de la Filarmónica de Viena, especial para cerrar el 2011.










A mí también me encantó Turquía!!!! Muy bien contado, guapísima, felicidades
Gracias Rosa, ¿algun escrito de tu viaje? Seria interesante ver otros angulos. Abrazo.