1.- Bitácora New Orléans, Golfo de México.

NEW ORLÉANS, CRUCERO 20 DE DICIEMBRE 2013 A 4 ENERO, 2014.

Me gusta iniciar una bitácora preguntándome cuáles son las motivaciones que nos lleva a elegir un lugar u otro.  Conocí mucho la Florida, por el hecho de que mi tía vivió muchos años en Miami y verla era una de las más caras ilusiones en aquellos tiempos. A la par de Miami, N.O. era una ciudad que desde muy joven comencé a escuchar. Que si fulano se fue a N.O a hacerse su chequeo, o el tratamiento en la Clínica Oschner, o que si fue la sede de la feria mundial, o que lo devastó el Katrina, etc. Pues bien, en 1996 decidimos venir a N.O., pero alguien nos dijo que era fea y con energías malignas, le creímos y paramos en California. Esta vez me dije: tengo pendiente N.O. siempre he querido conocerlo. Mi hija y mi yerno acababan de regresar de un crucero de tres días desde Miami y después de lo que nos contaron, pensamos que sería bonito matar dos pájaros de un tiro: un crucero que salga de N.O. y luego quedarnos unos días conociendo la ciudad.  Así lo hicimos. Los primeros dos días estuvimos en un hotel muy cercano al French Quarter. Esa misma noche fuimos a dar una vuelta por la calle Royal, la de las antigüedades, muchas bellezas en las vitrina, por supuesto, a precios inaccesibles. Retornamos por la famosísima Bourbon Street que desde temprano ya estaba llena de gente joven. Cada dos pasos había música a todo volumen, moderna, salida de discotecas. Como protagonistas, los jóvenes se ven en las calles tomando licor, riendo, desenvolviéndose en un ambiente de parranda. Confieso que de haber sido más joven ese lugar me hubiera atraído. Pero ya no soy joven, ya no tomo y ahora ya no me gustan las discotecas. Para los jóvenes, un paraíso. A menudo hay rótulos de lugares para ver sexo en acción. Las jóvenes se exhiben en la entrada del establecimiento, con ropas menores y por la general, son feas y de mal cuerpo.

El crucero empezó dos días después de nuestra llegada. No tenía una idea de lo complicado de la entrada, aunque con muy buena organización. Después de pasar por aduanas, llenar papelería, entregar nuestras maletas, llegó la hora de almorzar. Parecíamos ganado enfilando hacia los restaurantes. Éramos tantos que no encontrábamos una mesa para sentarnos. Finalmente nos quedamos en una que daba hacia la popa del barco, un lugar al aire libre donde el frío calaba los huesos, llovía y por poco y nos salvamos de salir empapados. Al principio todo fue confuso, el barco me pareció inmenso. Doce niveles. Nosotros instalados en el noveno (9532) en una pequeña pero confortable habitación con balcón. Llovía. No solo el día que salimos sino el día siguiente que la pasamos en alta mar. Creímos que el viaje iba a ser un total chasco.  Pero no fue así.

El tercer día al abrir las cortinas de nuestro camarote veo un puerto soleado delante de nosotros: Cozumel. No quisimos tomar excursiones. Había para todos los gustos, ver los delfines, nadar con ellos, ir a bucear, tomar sol y bañarse en la playa pública, conocer ríos de la localidad, etc. No. Nosotros tomamos un taxi y pedimos ir a un hotel. Ahí compramos un pase de un día, usamos las instalaciones, almorzamos y pasamos un día excelente frente a un mar calmo y arenas blancas.

Poco a poco nos fuimos orientando en el barco. En el 12 piso están las instalaciones de las piscinas, tres restaurantes, un spa, una librería para leer, un salón de juegos de mesa y el gimnasio.

He de decir que para glotones como yo, la comida es extraordinaria. Para todos los gustos y en enormes cantidades. La diferencia es que yo me cuido. Me cerré la boca y comí lo necesario. No fue difícil, la disciplina hace su trabajo por sí sola, aunque si me salgo de ella, cuidado, ahí ya no tengo freno… es peligroso… El 7o. piso era agradable: el teatro Stardust al que asistimos casi diariamente. Vimos musicales y a un comediante. El teatrito era bellísimo, y se mantenía casilleno, tendría una capacidad -calculando- como para 700 personas. También en el 7o. nivel estaba el duty free, las ventas de joyas en los pasillos con descuentos de el 50% y un lobby donde había pianista en vivo todas las noches.

Siguiendo en los corredores estaban los fotógrafos -uno podía pedir una sesión especial que no hicimos-, un salón donde imparten clases de baile, exposición y venta de pinturas y dos restaurantes japoneses.  Navidad la pasamos en el Chin Chin, uno de los restaurantes japoneses, con tan mala racha que no nos gustó. Ahí sí nos tomaron una foto que guardamos de recuerdo. Nos dormimos temprano, es decir, antes de las 12 y no hubo ni cohetes ni bulla.

Cada vez que entrábamos a comer, estaba un joven que se hizo famoso porque es importante la higiene por aquello de las enfermedades a bordo. Era el encargado de echarnos alcohol en las manos y una cancioncita lo distinguía. Cantaba algo así como ¨washi washi good for me, good for you, good for me… ¨. El día que nos presentaron en el teatro a todo el crew éste fue el personaje más aplaudido. Los demás siempre fueron anónimos, incluso el capitán.

Desde que entramos de lleno a la orilla de la costa en el Golfo de México, la lluvia se hizo historia. Después de Cozumel el barco ancló frente a Belice. Ni nos bajamos, el barco nos parecía estupendo, alegre, lleno de cosas que hacer y Belice, aunque tiene cosas preciosas como los cayos, por ser en territorio que fue guatemalteco, ya los conocemos. La tercera parada del barco fue en Roatán.  Esto fue lo que vimos cuando abrimos las cortinas del camarote:

Con anticipación le habíamos avisado a mi sobrino que estaba ahí para pasar el fin de año, con su esposa y sus hijitos. Nos recogió en un puerto llamado Mahogany y nos llevó a conocer un club de golf en una colina, con hermosísimas vistas al mar. Luego fuimos directo a almorzar, un lugar con agua del mar pero diseñado de tal forma que parecía una piscina. El día nos voló y pronto dijimos adiós, agradecidos y con los mayores deseos de establecer una conexión familiar más sostenida (ellos viven en San Salvador).

La última parada fue viernes. Al abrir nuevamente la cortina del camarote teníamos a nuestra vista la Costa Maya, lisa, plana, con mucha vegetación, sin ninguna colina y a la orilla de la playa, lo que parecía ser un centro acuático de mucho menor calidad que las piscinas del barco. Los pasajeros anhelaban conocer las ruinas mayas. Los había de todas las nacionalidades, al menos pude reconocer a los norteamericanos, los indios de la India, japoneses e hispanos. Cuantas más no habrán habido. Era extraño que cada día veíamos una cara diferente y muy pocas veces una cara la vimos por más de una vez.

Cualquiera diría que al estar a bordo por 8 días consecutivos se va conociendo gente. Después de la costa maya, retornamos a N.O. Otro día más de barco, navegando en alta mar, con un poco de lluvia y más frío a medida que nos íbamos acercando al lugar de origen.  La salida fue otro protocolo, una lista de gente para esto, otra para lo otro, que si los que tenían maletas, los que no, los que salían más temprano, medianamente, más tarde, los que tomaban taxi, los que tomaban avión o salían por su cuenta, etc. Pero… por fin se hizo el sol y salimos del barco entre nostálgicos y contentos de haber logrado nuestro objetivo, pasar unos días maravillosos y descansados.

Nuestro primer día a N.O. ha consistido en tomar un tour que nos llevó por toda la ciudad, desde el famoso y conocido French Quarter, el cementerio -nos preguntamos por qué serían tan famosos y averigüé en internet que es porque tienen prohibido enterrar a los muertos, de manera que tienen que hacer unos pabellones que consideran piezas de arte;  la parte que fue devastada por el Katrina, casas humildes pero muy coloridas, luego el barrio de la gente rica, casas preciosas donde se han filmado películas y finalmente, pasamos al parque Oaks a tomarnos un café en sus instalaciones.

Nos quedamos con ganas de más. Nosotros no somos personas que vamos a buscar buenos restaurantes. Comemos donde nos caiga el hambre. Pero poco a poco descubrimos que hay un postre que hemos visto en varios lados, por lo que pensé que sería algo original de N.O y efectivamente lo busqué en internet y dice así literalmente: «Beignets: dulce típico de Nueva Orleans (sobre todo, del Café du Monde), con sabor a buñuelo o donut, pero de forma rectangular. Repletos de azucar “glacée” y de un sabor deliciosíssssimo! La especialidad del Café du Monde es acompañarlos de “café au lait“, que, como cuentan en las pizarras del popular café, se trata de “half milk and half coffee“. Algo tan sencillo como el café con leche puede llegar a ser lo más sofisticado del planeta para un americano cualquiera que visita Louisiana». Conocimos el Café du Monde en el Centro Comercial Like Side.  Los beignets vienen tan llenos de azúcar que si uno está desprevenido, se cae en la ropa y como es tan fina, se impregna en ella.

Hoy, 31 de diciembre tomamos un tour a dos plantaciones. Fue un paseo extraordinario, sobre todo por la información de primera mano que se obtiene de saber y conocer cómo fue la vida de los terratenientes en siglos pasados y cómo los esclavos formaron parte esencial de su enriquecimiento. Conocimos en primer lugar el hogar de Laura Locoult que tiene una historia llena de dramatismo: Esta finca fue llamada al principio La Hacienda de Guillermo Duparc, pero años más tarde fue llamada La Plantación de Laura. Duparc era un naviero francés, veterano de la revolucion americana y fue él quien compró la propiedad.

La construcción de la casa comenzó en 1804 y se terminó 11 meses después. El trabajo fue ejecutado por esclavos, probablemente descendientes de Senegal, eran muy habilidosos para hacer trabajos de alta calidad. Cuando Duparc murió, la totalidad de la casa tenía 10 estructuras que incluían cuartos para 17 esclavos, bodegas, granero y un pequeño y rudimentario molino de azúcar. Nos informaron de que los esclavos trabajaban 22 horas diarias, durante 7 dias a la semana. La casa, rodeada de una verja, servía para hacer los negocios y como un sitio de entretenimiento social.  La historia de esta familia es muy larga. Sólo puedo decir enfáticamente que fueron las mujeres quienes dirigieron el negocio por 200 años. Por alguna razón extraña, fueron las más brillantes en la familia. La historia de esta saga familiar está muy rigurosamente contada en el libro ¨Memories of theOld Plantation Home¨ escrita por Laura Locoul Gore, quien vivió hasta los 101 años.

La segunda plantación a la que fuimos es llamada Oak Alley. Esta localizada en direccion al Rio Mississipi. Está protegida como un referente histórico nacional. Su nombre viene del hecho de haber construido la casa en una entrada de dos filas de robles, Oaks, de 240 m. de altura, bellisimos. Desafortunadamente, la batería de la cámara se agotó en el momento preciso que iba a tomar fotos a este paraje tan hermoso, asi que en sustitución, compré una postal que adhiero como referente. La finca fue de caña de azucar. Cuando su dueño murió, sus descendientes no pudieron manejar el negocio, entraron en bancarrota y fue vendida por $32,800. Los uútimos dueños decidieron hacer una fundación y esta es la que sostiene los gastos de mantenimiento. El paseo no solo fue hermoso sino me puso en la realidad del contexto histórico. Mucho se ha leido sobre la esclavitud, pero ver de primera mano las condiciones en que vivían, mirar muy de cerca sus tareas habituales, me dejó aun mas perpleja sobre la condicion del ser humano y sus enormes complejidades.

Llegamos temprano al hotel. Yo me pasé investigando en internet todo lo referente a estas dos historias y lo he sintetizado a su minima expresión. Pero claro, ayer fue 31 de enero y no nos íbamos a quedar en el hotel siendo observadores de la caida del año. Teníamos reservas para un lugar que nos recomendaron por el magnifico jazz que tocan. Y ciertamente, fue un espacio de lo mas cálido, restaurante, bar y un pequeño teatro lleno de mesas pequeñas sosteniendo una vela cada una y un pequeño escenario donde estuvieron 9 personas entre músicos y cantantes. El jazz totalmente clásico, disonante, pero era tal la energía que cada músico desprendía, que el ambiente fue electrizante. Las 12 la pasamos en el hotel. Todos los años nos escribimos con Guillermo un propósito, o varios y nos lo leemos a los ojos. Y asi fue.

«Nueva Orleans es conocida por su cultura criolla, por la práctica del vudú por algunos de sus residentes negros y por su música, arquitectura, gastronomía y festividades. Muchos visitantes consideran a Nueva Orleans como una ciudad de esparcimiento y la asocian a la frase, ‘Dejad que los buenos momentos duren». La naturaleza multicultural de Nueva Orleans es característica principal de la ciudad. La ciudad creció rápidamente con la influencia de las culturas española, hispano-americana, francesa, norteamericana, así como por la inmigración de colonos franceses y sus esclavos al huir de la revuelta independentista de Haití.  Repetidamente vimos la palabra Cajún y no sabíamos qué significaba.  Me metí en Wikipedia y la explicación es la siguiente: «Los acadianoscajones son un grupo étnico localizado en el estado de Luisiana Descienden de exiliados de Acadia durante la segunda mitad del siglo XIII, tras la incorporación de los territorios franceses de Canadá a la Corona Británica. También comprende otra gente con la que se unieron después, como españoles, alemanes, y criollos franceses. La lengua cajún es un dialecto proveniente del francés. Actualmente, los cajunes forman una comunidad importante al sur del estado de Luisiana, donde han influido notablemente en su cultura.  En 1980, fueron reconocidos oficialmente por el gobierno estadounidense como grupo étnico. La música cajún ha ejercido una notable influencia y ha dado lugar a géneros como el zydeco.

El 1 de enero, casi todo cerrado. Buen dia para ir a pasear al mall Lake Side. Por supuesto, no hay ricos restaurantes, pero fue una manera de entretenerse en un dia post festivo. Desafortunadamente, perdimos un día por indisposiciones de salud en Guillermo (gripe). Fue el jueves 2 de enero. El último día fuimos directo a la Iglesia de San Luis que queda en el mero centro de N.O. No solo es un lugar bonito, sino alegre. Un graderío se usa para espectáculos públicos. La gente se sienta alrededor con sus beignettes y sus cafes de Du Monde. Quisimos comprar uno y la cola era como de media cuadra. Optamos por tomar el Sightseeing que nos dio una vuelta larga por la ciudad.

Deseo agregar de que a pesar de que me habían hablado mal de esta hermosa ciudad, vine complacida de cada experiencia que vivimos.  N.O. tiene sello personal ya que tiene una historia muy especial que la caracteriza.  Su arquitectura es diferente de todo lo que he visto anteriormente (imagino que habrán otras ciudades cercanas que se le parecen); me parece una ciudad acogedora, vibrante, que tiene mucho que ofrecerle al turista, sobre todo a los amantes del jazz (me encanta) y de la parranda (no es mi caso).  Lugares donde ir, sobran.  Y para aquellos a quienes les gusta la comida, parece que hay una variedad enorme de gustos por el hecho de la confluencia de tanta cultura.  ¡Es original!

Share Button

2 comments on “1.- Bitácora New Orléans, Golfo de México.

  1. Ana Lilian

    QUE BONITO VIAJE. MI HERMANA CLAUDIA SUEÑA CON HACER UN VIAJE EN CRUCERO, OJALÁ Y ALGUNA VEZ SE LE HAGA REALIDAD. A MI ME ENCANTARÍA TAMBIÉN. 7 NOCHES DE TEATRO MUSICAL!!!!!!! U SUEÑO HECHO REALIDAD.
    QUE BONITO TU VIAJE. SOBRE TODO DISFRUTAR DE LA COMPAÑIA DE ALGUIEN QUE HABLA TU MISMO IDIOMA.
    ANITA

Leave a reply