Primera parte: Taller con el Dr. Carlos Warter, del 27 de diciembre al 3 de enero (2010, 2011) en Cabañas Tilka
Por facebook me enteré de que habría un taller de espiritualidad en La Patagonia, Argentina, siendo éste un tema que me ha subyugado por años. Supe del Dr. Carlos Warter en el 2003. Leí su libro Recobrando lo sagrado y me impactó de una manera muy positiva. Tengo varias anotaciones a lápiz en el libro y en una de ellas escribí ”¿Es sólo sincronicidad? No puedo dejar de pensar que este libro me estuvo esperando”. Al final del libro, estaba la dirección de correo del Dr. por si alguien quería hacerle una consulta. Recuerdo que le escribí y nunca supe si lo recibió porque no obtuve respuesta. El libro quedó archivado en la librera y fue el año pasado que vi en fb el nombre de Carlos Warter. No supe quien era en el momento, pero algo me resonó en la mente. Le pedí amistad y le pregunté de inmediato si por casualidad él no había escrito un libro. Me respondió que más de 20. Ahí iniciamos una breve correspondencia donde me contaría del retiro en La Patagonia. Coincidentemente, tenía el libro archivado casi encima de la librera de mi computadora -teniendo otras libreras en casa-; releí el libro, me volvió a impresionar, y ahí decidí que tenía que ir.
Natalia y Debora Pita
Llegamos a Villa La Angostura el domingo 26 a la Hostería Amigos del Bosque. Vi por primera vez a su dueña, Irene, una linda mujer en sus treintenas, con mirada amable, con personalidad segura y una innata alegría contagiosa. Se asustó cuando le dije que nos quedaríamos hasta el día 10, ya que habíamos pedido espacio hasta el 3, día que finalizaba el taller. Sin embargo, hizo una búsqueda más exhaustiva y nos dijo que con suerte, había encontrado un espacio. Yo estaba segura de que así sería y quizá por eso mismo, la circunstancia se dio.
Al darnos cuenta de que el hostal no quedaba a la orilla del pueblo, decidimos alquilar un carro. Irene se preocupó, pues parece ser que es una época donde la demanda de hoteles y vehículos es enorme. Temía que no hubiera un carro a disposición y con esfuerzo y dedicación, lo encontró. Me dijo que estaba de suerte, por segunda vez.
A la entrada de la hostería había un enorme libro –como de cuentos- y copié la leyenda que dice:
Fábula de los amigos del bosque:
Cuenta una antigua fábula, que cierto día, dos jóvenes ávidos de descubrir los secretos del bosque, se encontraron con una anciana sentada sobre un árbol caído.
-Los estaba esperando –dijo la anciana Sabiduría -¿Quieren conocer los secretos del bosque?
Los jóvenes se sentaron a sus pies asintiendo. Se produjo un largo silencio atravesado por el graznido de las bandurrias y la danza de las hojas con el viento.
-El bosque está lleno de amigos… pero para poder descubrirlos tienen que abrir su corazón. Aquel árbol es el Sauco Enamorado, siempre mirando a su amada, el Agua Cristalina del Lago. A pesar de sus visibles diferencias, el amor que los une es eterno. Y aquellas son las Ardillas de la Alegría, impartiendo sonrisas aún en los momentos de dolor.
A lo lejos se escuchaba La Cascada de la Vida, haciendo eco a la voz ronca de un Duende Trasnochador, y el murmullo del aleteo de los Colibríes de los Deseos. –Cada vez que los vean aleteando sin cesar es que se encuentran buscando un deseo para satisfacer. Eso sí, sólo cumplen los deseos que se mantangan en estricto secreto y tengan buenas intenciones, aclaró la Anciana.
-Es que aquí, entre estos viejos troncos todo es posible –agregó-. El Grillo Soñador, la Liebre Libertad, llamada así porque no sobrevivirá en cautiverio, los tímidos guardianes de lo verde y pequeños e invisibles Amigos del Bosque que no importa como son, sino que están unidos por el amor a la Naturaleza.
Los jóvenes quedaron encantados con las enseñanzas obtenidas y decidieron construir un refugio para albergar a todos esos seres mágicos. Cuando quisieron manifestarle a la Anciana su propósito, notaron que ella ya no estaba allí. En el aire, como una furtiva mariposa, su sonrisa abierta parecía decirles que su misión se había cumplido.
Y este es el refugio que los jóvenes construyeron para los Amigos del Bosque.
Bienvenidos.
Este pequeño y aleccionador cuento resume lo que es la vivencia en el Hostal Amigos del Bosque y el don de amigos de sus dueños Irene y Daniel.
El viaje fue extenuante. Tomamos 3 aviones: vía Panamá, Buenos Aires, Bariloche y luego una hora y pico en microbús hacia Villa La Angostura. La Hostería queda en una bella colina, con una fina calle de tierra que bordea el terreno, hasta llegar a una superficie plana donde se ubica una grande y bella construcción típica del lugar, hecha en madera y piedra.
No teníamos todavía una idea clara de a qué hora se iniciaría el taller. Irene nos hizo el favor de llamar a las Cabañas Tillka, donde estarían todos los integrantes y quedaron en avisarnos los horarios. No teníamos más que bajar del hotel y cruzar la calle para llegar.
Figen, Carlos y Jim. Atrás, el lago Nahuel Huapí.
El lunes 27, a las 11 a.m. recibí una llamada telefónica. Paula, la asistente del Dr. Warter, me llamó con voz preocupada, diciéndome que el taller ya había iniciado. Con paso rápido, nos dirigimos a las cabañas. Por la calle de tierra, divisé un enorme jardín engramado, cipreses, flores de verano, unas bellas cabañas de madera y un círculo de sillas blancas donde destacaba la figura grande de Carlos. Me emocioné tanto, que casi corrí. Me presenté con Carlos dándole un fuerte abrazo. A su lado, había una mujer bella, misteriosa, con anteojos oscuros y envuelta en un manto que la cubría del frío. No sabía que era Carolina, la esposa de Carlos, que a la vez, serviría de traductora. En el grupo habían turcos, argentinos, un estadounidense y dos guatemaltecos –nosotros-. Nos presentamos y cada quien expresó qué lo había llevado al taller. Recuerdo haber dicho que quería Vivir con mayúscula lo sagrado de mi ser interno.
Figen y Cigdem
Carlos inició el taller con charlas teóricas que se extendieron a lo largo de un día y medio. Al segundo día, expresó que los abrazos tienen la capacidad de inmunizar al cuerpo contra las enfermedades. Nos explicó, que los abrazos tienen que darse de corazón a corazón. Generalmente, -si no siempre- uno tiende a darse un abrazo sin intención. La técnica de Carlos consiste en abrazar a la otra persona en tal postura, que los corazones de ambos se unen físicamente. Es un hecho que el amor hace milagros. Todos nos acercamos y nos dimos abrazos fuertes, efusivos, cálidos. De ese día en adelante, nuestros saludos fueron dados en esos términos y mejor aún, si alguien rondaba durante el día y se dejaba seducir por la idea amorosa de abrazar a alguien, era libre de hacerlo. Mercedes, una linda mujer de 64 años, ojos grandes azulados y un alma transparente, fue la primera que me dio ese dulce y amoroso abrazo en libertad.
Mi amorosa amiga Mercedes
Encontré en esos abrazos amorosos el vínculo que nos unió cálidamente, durante los ocho días que duró el taller. De alguna manera, los abrazos fueron el puente que nos acercó y disolvió la barrera de idiomas, de generación y nacionalidad. En el microcosmos de nuestra universalidad, encontramos unidad.
El segundo día fue también la preparación para una de las mejores meditaciones que realizaríamos durante todo el taller: la meditación en las llamas de colores. Sucedió un hecho inesperado: nos preguntó si hablábamos francés y al saber nuestra negativa, nos dio la meditación de las flamas en ese idioma. Al principio, cada quien lo pronunciaba a su manera, al oir a Carlos hacerlo, fuimos aprendiendo. Creímos que jamás lo memorizaríamos y ahora somos expertos en recitarlo perfectamente. Luego nos entrenamos con dos técnicas más, pero la primera fue la que me cautivó y con la cual logré reposar la mente y aquietar la tensión corporal.
Los horarios no eran regulares. Todos estaban hospedados en las cabañas, de manera que directamente podían tener una mayor relación de compañerismo y amistad. Nosotros decidimos estar en un hotel, a la vecindad. Quizá todavía tenga que aprender a convivir con desconocidos; pero también tengo que admitir que esos desconocidos nos dieron durante el taller, toda su energía amorosa que no olvidaré.
Cuando el día era propicio, nos sentábamos en el jardín, a la sombra de los cipreces. Sin embargo, el tiempo se puso lluvioso y tuvimos que resguardarnos en una de las cabañas mayores que eran ocupadas por los turcos. Improvisamos con sillas, sillones y cojines. Ahí se desarrolló buena parte del taller.
Gustavo Pita, Lidia Abousef, Natalia Pita, Mercedes Picolli, María Renée Batlle, Guillermo Ramírez, Debora Pita, Lucía Pita, Adolfo Costabile, Antonella Maroto.
Las vivencias de Carlos fueron muy aleccionadoras. Cada enseñanza iba precedida de una anécdota de experiencia vital. Al principio, me dediqué a observar y procesar la información. Luego, la misma energía del grupo propició compartir ideas y vivencias internas. Carlos intervino con algunos miembros del grupo acerca de sus comportamientos poco adaptativos. Luego otra vez, la energía amorosa del grupo hacía que todo volviera a su lugar y que la persona aludida se sintiera protegida, abarcada y contenida.
David, Charles, Carolina, Carlos y Sebastián Warter.
Para avivar experiencias, se hizo un paseo en bote a través de las aguas del lago Nahuel Huapi. Luego, algunos de los miembros del grupo compartieron sus vivencias. Dotados del ambiente mágico del lugar y de la apertura de sus espíritus, cada una de ellas tenía una razón de ser dentro del corazón de los participantes.
Carolina Warter.
Hubo también una cabalgata a caballo que culminó en un río con criadero de truchas.
Jim y Zeynap.
Las experiencias meditativas del grupo rebasaban mi experiencia, no mi comprensión. Muchos de ellos se iban a meditar a los bosques y a los ríos cercanos. Otros, montaña arriba. Yo solía meditar en una terracita de mi dormitorio, donde se veía la hermosa vista del lago Nahuel Huapi, la selva montañosa de La Patagonia y el sonido de una cascada y de los pájaros del bosque. Sin la maestría de los demás integrantes, me inicié en los primeros intentos de convocar a las llamas. Al final de cada meditación, el silencio de apoderaba de mí, dejándome con la quietud de mi interior. Cuando abría los ojos, todo el entorno parecía distinto: la misma belleza se transformaba en algo superior a mis sentidos, dando espacio a la apertura de mi espíritu y a la comprensión de una presencia omni-presente en el interior de mi persona.
María Renée Batlle
En la hostería sólo nos daban desayuno y cena, de manera que fuimos innumerable cantidad de veces a Villa La Angostura, el pueblo que quedaba como a cinco minutos de la ubicación de nuestra hostal. El camino está lleno de más hosterías, cabañas, restaurantes, bosques, vistas al lago. Me cansé de comer pizza, panes, dulce de leche que es una de las exquisiteces típicas del lugar, así como el chocolate en cualquiera de sus formas. Encontramos un restaurante llamado los 7 Troncos, donde servían comida casera y mi plato favorito consistía en arroz blanco, un tomate enorme partido en dos – el cual llenaba de aceite de oliva, sal y pimienta- y papas en crema.
De ahí en adelante fuimos unas tres veces más. Pero también encontramos un lugar de exquisitos postres: Las nueve lunas, y nuestro preferido se hizo el strudel de manzana, mismo que compramos varias veces, para llevárnoslo a la hostería. Irene nos lo calentaba y nos lo llevaba a la habitación con una humeante taza de café.
La calidez de Irene era también parte de la magia del ambiente. Luego me contaría que en ese mismo hotel habían tenido dos retiros y que ella es especialista en Reiki. Me contó también que durante la época baja, imparte clases en dos habitaciones unidas a través de una puerta que se abre a conveniencia. No pude evitar la tentación de pedirle que me hiciera uno y tengo que admitir que lo hizo con verdadera maestría. Fui entrenada en Reiki y por tanto, conozco la técnica y sus resultados.
Celebramos el fin de año con una cena que se celebró en el jardín de las Cabañas Tillka. Los compañeros lo arreglaron con un toldo, mesas en serie y una comida exquisita donde todos aportamos para la obtención de los víveres.
Yo me vestí como siempre de jeans. Es mi traje diario y me cuesta mucho quitármelo de encima. Pero fue sorprendente la metamorfosis de muchas de mis compañeras: se engalanaron con vestidos, sandalias, se pusieron aretes hermosos y se pintaron los rostros. Sus caras expresaban alegría cuando eran piropeadas por cualquiera de nosotros.
Hubo vino, champagne, asado, verduras, arroces, quesos, comida turca que desconozco de qué está hecha y sobre todo, mucha alegría, compañerismo, risas y fotos.
Carlos y María Renée
Paula y Carolina
Llegó el día en que todos nos dijimos adiós. En el cierre final, cada quien aportó lo que aprendió e hicimos votos para el año 2,011. Recuerdo haber dicho algo así como “Todos los fines de año, tenemos la tendencia de hacer muchas promesas. Por mi experiencia y la observación en la conducta de otros, me doy cuenta de que la mayoría de veces esas promesas no se llevan a cabo. Por tanto, no quiero hacer una lista enorme de mis proyectos. Prefiero decir que este año me comprometo a situarme en mi dimensión espiritual y darle peso y valor. Tengo el orgullo de decir que no todo, pero casi todo lo que me he propuesto en la vida lo he conseguido, así que me comprometo con este nuevo sueño”.
Cierre del taller con todos sus integrantes: Figen Lacin, Bulent Buyukbozkirli, Gustavo Pita, Antonela Maroto, Mercedes Picolli, Zeinep Bayraktar, Juan Carlos Migueles, Natalia Pita, Débora Pita, Lucía Pita, María Renée Batlle, Guillermo Ramírez, Lidia Abousef, Regina Costabile, Cigdem Yalcin, Adolfo Costabile. Jim Carter y Miray Karakuzu se fueron a medio día.


















