Soy yo:
La que soñando, vive.
La que viviendo, muere.
La de los ojos con perlitas verdes, en un intento de imitar de una manera cauta, sus ojos con destellos de luces doradas.
La que sintiendo se asfixia en su propio deseo de alcanzar su amor. Y llorando, se consuela al redimirse en su perdón.
Soy también aquella que al darle mi mano lo invita a la eterna sonrisa; porque le quiere bien. Demasiado bien.
La que temiendo alcanzó su más inquieto secreto: su desamor.
Y amando, llegó a la desventura de un sendero solitario donde el alma se ahoga en su propio delirio.
Así pues, concluyo:
Que si del árbol acojo
una hoja y una flor;
Tronco, savia, pedazo de leña;
Raíces que chupa
Y encienden su copa
En robusto esplendor …
De mí,
Este poema que reza
Mi canto y mi pena
y mi entero sentir.
Por eso,
De él:
su alma abierta,
Y un te quiero …
la expresión ardiente
De este amor palpitante
Que se expresa en su fulgor.
Que me alborota y sacude
En mis tormentas al alba,
Entre nubes y borrascas
Cumbres, hielo,
Montañas y mares
Que tras el cielo se abate,
Y reposa en mis entrañas
¡Con delirante pasión!
Eres tú, siempre tú, único dueño de mis secretos
Y de todo aquello por lo que vivir se funde en un sueño.
Es así que soñando, vivo.
Y viviendo, sí, viviendo … ¡por fin sueño!
© MaríaRenéeBatlle